Conocido por sus novelas llenas de humor, el mexicano Juan Pablo Villalobos adopta un semblante grave para abordar su último libro "Yo tuve un sueño", diez pequeños relatos sobre la emigración de diez niños centroamericanos a Estados Unidos.
Diez historias reales, extraídas de largas entrevistas con diez niños de Honduras, Guatemala o El Salvador ya instalados en Estados Unidos, que remiten inevitablemente a la caravana de migrantes que avanza a trompicones por México.
Un México que sus entrevistados recuerdan con terror: el peligroso tren conocido como La Bestia, los secuestros, los atracos, la violencia sexual, las extorsiones de policías que piden dinero oara no deportar, los grupos de trata de personas...
"Para alguien como yo, que soy mexicano, escuchar una y otra vez +tenía miedo de México, lo más peligroso es México+ mientras hacía las entrevistas es una experiencia bastante dura", reconoce en una entrevista a la AFP.
A miles de kilómetros de distancia, desde un bar rústico de Barcelona, la ciudad donde vive, Villalobos mantiene un ojo pegado a la actualidad de su país y se muestra crítico con su gobierno, más preocupado de "no enfadar a su vecino del norte" que "de tener un trato humanitario con los migrantes".
Para ellos, "México es un muro", afirma. "No puede ser el muro que quiere Donald Trump porque sería insostenible (...) Pero es un muro, sí. Un muro con muchos agujeros, un muro que tampoco es muy alto, pero es un muro".
Los participantes en la caravana de migrantes, así como los diez protagonistas de su crónica, huyeron de sus países con "la expectativa elemental que tenemos todos, una vida digna".
Una vida digna que, para ellos, "representa cosas que nosotros damos por sentado: salir de casa y saber que no te van a matar, no pasar hambre, tener una escuela", reflexiona Villalobos.
"Ese +Yo tuve un sueño+ es hasta cierto punto irónico y dramático porque ese sueño es tener lo más básico. ¿Por qué tiene que ser un sueño? Debería ser un derecho humano, pero en muchos países es una quimera", continúa.
El libro se publicó en septiembre en la editorial Anagrama, el grupo que ha editado sus cuatro obras anteriores y que le concedió el Premio Herralde en 2016 por "No voy a pedirle a nadie que me crea".
En apenas 120 páginas, el mexicano traza la esencia de la migración: la pobreza, la desesperación y la violencia de las bandas en los países de origen, la inseguridad, el miedo y los abusos durante el viaje y la incertidumbre del destino.
No describe el periplo entero de sus entrevistados, escoge un fragmento de sus historias, la que contiene "su corazón", para unirlas a las otras "en una especie de rompecabezas" que acaba configurando un imagen global del viaje.
Siempre desde el punto de vista del niño y evitando truculencias y detalles escabrosos para "respetar la dignidad de esos chicos" que a pesar de haber sufrido mucho, "son fuertes y han sobrevivido a todo esto".